El menú de bebidas de México va mucho más allá de las margaritas en el bar dentro de la alberca. Hablamos de un país donde el tequila obtuvo la primera denominación de origen del mundo y aún porta la bandera de la identidad mexicana. El mezcal le siguió con su propio estatus protegido, y especialidades regionales como el pulque y el pox continúan ampliando la lista de bebidas legalmente protegidas.
Cada bebida cuenta una historia que conocemos bien: técnicas de fermentación prehispánicas, rutas de comercio colonial y la actual ola artesanal viven en cada sorbo. Hemos seleccionado diez bebidas auténticas, tanto alcohólicas como no alcohólicas, que representan al verdadero México.
A continuación, te mostraremos qué pedir, dónde encontrarlas y cómo disfrutarlas como lo hacen los locales.
1. Tequila
El destilado insignia de México proviene únicamente del agave azul Weber cultivado en Jalisco y algunos estados vecinos. Existen cuatro estilos principales: el fresco blanco, el reposado suavemente añejado, el rico añejo y el lujoso extra añejo. Cada uno pasa diferente tiempo en barricas de roble, creando sabores distintos.

Olvida el ritual de la sal y el limón. Disfruta un tequila de calidad solo para saborear la diferencia entre agaves de tierras altas y bajas. Los productores de lotes pequeños muestran un terruño único que vale la pena explorar en el propio pueblo de Tequila, donde los campos de agave se extienden hacia la Sierra Madre.
2. Mezcal
Conocemos al mezcal como el ancestro ahumado del tequila, un destilado complejo elaborado a partir de más de 30 especies de agave. El proceso de cocción en hornos de tierra le da esas notas características de fogata que hacen memorable cada sorbo.

Oaxaca lidera la producción de mezcal, pero también hemos encontrado botellas excelentes en Guerrero y Durango. Los palenques tradicionales todavía muelen el agave con ruedas de tahona de piedra y destilan en lotes pequeños usando alambiques de cobre o barro.
Recomendamos probar el mezcal solo, acompañado de rebanadas de naranja y sal de gusano para apreciar su complejidad. Visita mezcalerías locales en cualquier zona turística importante para degustar diferentes estilos regionales y aprender de bartenders expertos en su arte.
3. Pulque
Nos gusta llamar al pulque la bebida original de agave, una preparación ligeramente viscosa y espumosa fermentada a partir de la savia fresca del maguey. Hace siglos, los aztecas reservaban esta “bebida de los dioses” para sacerdotes y nobles, tratándola más como ceremonia líquida que como un refresco cotidiano.

Al probarlo hoy todavía se percibe ese carácter sagrado en su sabor ácido-levaduro y su modesto grado alcohólico, usualmente inferior al cinco por ciento. Los locales alaban sus probióticos y vitaminas naturales, afirmando que calma el estómago tras comidas picantes.
Degusta la tradición donde nunca murió: pulquerías coloridas en el Centro Histórico de la Ciudad de México, ranchos de maguey en Tlaxcala y ferias de fin de semana en Hidalgo.
4. Raicilla
Llamamos a la raicilla el “moonshine de la montaña”, la prima silvestre del tequila y el mezcal en Jalisco. Este rústico destilado de agave proviene de pequeños productores en la Sierra Madre Occidental, donde aún se utilizan alambiques de barro con fuego de leña y agaves silvestres de la montaña.

A diferencia de la producción regulada del tequila, la raicilla conserva un carácter rebelde. Cada productor crea un perfil de sabor único: algunos frutales y florales, otros terrosos con notas de queso u oliva. Esta diversidad proviene de las especies de agave utilizadas y de los métodos de fermentación tradicionales transmitidos por generaciones.
Encuentra raicilla auténtica en pueblos costeros alrededor de Puerto Vallarta o en localidades de montaña como Mascota. Evita las botellas turísticas y busca presentaciones con etiquetas hechas a mano por productores familiares. Te recomendamos beberla sola para apreciar su carácter botánico y la tradición de siglos en cada gota.
5. Tejuino
Atesoramos el tejuino como el campo jalisciense en una copa. Esta bebida prehispánica fermentada de maíz combina masa, piloncillo y limón en un refresco ácido, apenas alcohólico, que calma la sed y honra las tradiciones antiguas en cada trago.

Los vendedores callejeros en Jalisco lo sirven bien frío, a menudo con nieve de limón y una pizca de sal que equilibra el dulzor. La ligera fermentación crea una efervescencia suave sin suficiente alcohol para afectar tus actividades del día.
Búscalo en carritos con letreros coloridos cerca de mercados en Guadalajara o en pueblos costeros del Pacífico. Recomendamos pedirlo en tardes calurosas, cuando su complejidad agridulce refresca mejor que cualquier bebida comercial. Cada receta varía, convirtiendo al tejuino en un verdadero sabor de identidad regional.
6. Michelada
Llamamos a la michelada cerveza con actitud. Una lager ligera se mezcla con jugo de limón, salsa picante, salsa inglesa y sal con chile, transformando una simple cerveza en un refresco picante y ácido.

Los bares costeros la potencian con clamato o chamoy, mientras que en el interior las cantinas sirven una chelada más sencilla, solo con cerveza y limón. Los locales la consideran el mejor remedio para la resaca y el acompañante perfecto al mediodía. Pruébala con tacos al pastor y descubrirás creatividad en cada trago.
7. Chocolate Caliente Mexicano
Nos encanta ver a los visitantes descubrir el verdadero chocolate caliente mexicano por primera vez. Los vendedores lo baten fresco en cazuelas de barro con canela y piloncillo, creando la espuma característica en la parte superior.

No es el polvo instantáneo de casa. Las tabletas de chocolate mexicano mezcladas con leche caliente producen una bebida rica y especiada, inspirada en tradiciones antiguas, aunque la práctica en sí evolucionó después de los aztecas. El molinillo de madera es lo que crea la textura espumosa. Las mejores versiones se encuentran en chocolaterías tradicionales de Oaxaca y restaurantes familiares en el centro de México.
8. Café de Olla
El café de olla es un ritual al amanecer: café hervido en olla de barro con canela y piloncillo. Las soldaderas revolucionarias lo preparaban para las tropas durante la Revolución Mexicana, y esa historia aún se percibe en su dulzor suave y aroma terroso.

El barro libera minerales sutiles mientras que los granos de Chiapas, Veracruz u Oaxaca aportan notas de chocolate y complejidad. Pide una taza humeante en una fonda rural, durante las celebraciones del Día de Muertos o en una fría mañana de montaña para recibir calor y consuelo inmediatos.
9. Tepache
El tepache es una bebida fermentada de piña con siglos de tradición, parte de la cultura callejera mexicana desde tiempos prehispánicos. El jugo de piña fresca fermenta con levaduras naturales, creando una bebida ligeramente gaseosa con sabor dulce y ácido.

Como nunca se destila, su contenido alcohólico es bajo. Puedes disfrutarlo a mediodía sin afectar tus planes de aventura. Búscalo en mercados concurridos, ferias de barrio o fondas locales, servido en vasos fríos o botellas recicladas. Su sabor ácido corta el calor de los tacos recién hechos mejor que cualquier refresco.
10. Champurrado
El champurrado une los dos ingredientes más preciados de México: el chocolate y el maíz. Esta espesa y cálida bebida combina masa, piloncillo, chocolate mexicano y canela en algo completamente distinto al chocolate caliente común. La base de maíz le da una textura satisfactoria que se adhiere a la cuchara.

Las familias lo sirven en altares de Día de Muertos, posadas navideñas y mercados de invierno. Acompaña perfectamente a los tamales en mañanas frías. Las versiones oaxaqueñas suelen ser más especiadas, mientras que en el norte prefieren una consistencia más ligera. Búscalo en fondas y mercados durante la temporada de fiestas.
11. Barionas

Encontramos las barrosas en humildes puestos al borde del camino en las zonas rurales de Jalisco, un tesoro olvidado de la cultura ranchera de México. Esta rústica infusión se prepara con leche bronca recién ordeñada, a la que se le añaden ingredientes como chocolate en polvo o Chocomil, y en ocasiones extras como azúcar, café, vainilla o mazapán, antes de darle su característico “piquete” con un chorrito de alcohol de caña. Todo se mezcla en un jarro de barro y se bebe de un solo trago, convirtiéndose en una especie de bebida energética artesanal, muy popular entre los trabajadores del campo para “arrancar el motor” antes de una larga jornada laboral.
Las auténticas barrosas/pajaretas rara vez aparecen en menús turísticos, pero recomendamos buscarlas en pequeños pueblos cercanos al Lago de Chapala o en comunidades serranas de la Sierra Madre. Pide un vasito después de la cena para experimentar un pedazo del patrimonio campirano de México, pocas veces documentado en las guías gastronómicas.
12. Aguas Frescas
Las aguas frescas son la forma más mexicana de refrescarse: mezclas ligeras de frutas, flores, semillas o granos con agua y azúcar. La práctica se remonta a mercaderes prehispánicos que endulzaban el agua con hierbas locales para combatir el calor. Hoy, estas coloridas bebidas se exhiben en grandes vitroleros de vidrio en puestos callejeros, fondas y cocinas familiares, listas para servirse sobre hielo.

Entre los sabores más queridos están la jamaica, el tamarindo, la sandía y el pepino con limón. Y por supuesto, la horchata: la versión cremosa a base de arroz que llegó con influencia morisca y se convirtió en favorita mexicana con canela, vainilla y piloncillo. Algunas regiones añaden leche de coco o almendras para una versión más rica, manteniéndola naturalmente libre de lácteos y apta para toda la familia.
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El recorrido panorámico por la Sierra Madre ofrece vistas lejanas de volcanes antes de llegar a hileras de agave azul. Observa a un jimador demostrar la cosecha tradicional con técnicas transmitidas por generaciones.
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Esta experiencia de diez horas incluye transporte, comida y guía experto en un grupo pequeño. Los invitados deben tener 18 años o más. Reserva tu lugar con Vallarta Adventures y brinda por el auténtico sabor jalisciense, tal como lo conciben los maestros.








